Los ángeles

Extracto de: El corazón del mago (Tierras heladas)
   

―Eh, bueno… no sé bien qué decir. No esperábamos esto.
Giulliana procuraba poner su mejor cara, pero resultaba bastante difícil para ella el tener que hablarle a una audiencia tan grande. Andrew, por otro lado, disfrutaba con este hecho, y comenzó a contar él mismo la historia con una sonrisa en su rostro.
   ―Bueno, veamos ―empezó―. No me gustaría que esto se convirtiera en una clase más de historia o de religión. Díganme mejor: ¿alguno de ustedes tiene una pregunta sobre el tema que nosotros podamos aclarar?
   ―Yo. Yo tengo una ―una de las muchachas levantó la mano; era una jovencita delgada, con el cabello largo y rizado. Su piel como el ébano contrastaba notoriamente con la tez lechosa de sus otros compañeros, pero Andrew se quedó enganchado de sus ojos. Esas piedras eran de un amarillo casi dorado, y refulgían todavía más con cada parpadeo de la joven. Andrew volvió en sí cuando ella siguió hablando―. La creación de la tierra es un tema muy contado ya, y cada año nacen nuevas teorías sobre ello. No creo que esté mal cambiar un poco la clase. ¿Qué les parecería contarnos un poco sobre el origen de la magia?
   ―Excelente, Evangeline ―repuso el profesor con cierta emoción en la voz. Parecía genuinamente alegre, como si le hubiesen dado la mejor de las noticias―. Veamos, ¿tienen nuestros amigos idea sobre este tema? Christian sonrió― Mucha, realmente. Hemos estudiado sobre eso de la mano de nuestros profesores en la academia; ángeles dedicados que lo conocen al dedillo.
   ―Andrew, tú te ves más cómodo con esto de hablar en público, ¿comienzas?  
Andrew sonrió a Giulliana y sus ojos brillaron de emoción. Ese día daría una cátedra. Estaba emocionado.
   ―Bien, primero que nada déjenme darles un dato que ayudará a la comprensión de la historia. Es cierto que aquí en la tierra a la mayoría de nosotros se nos conoce como ángeles. Pero este término no es el correcto. Sólo los ángeles creados son llamados así, los que nacemos por medio de humanos y no contamos con alas somos conocidos como “espíritus angelicales”. Nacidos luego de que los ángeles creados vinieran a la tierra para evitar la destrucción de la misma.
   »Eones atrás, El Creador dio la vida a todo lo que habita sobre la tierra. Animales, plantas, montañas y peces fueron creados por una simple orden suya. El ser humano fue una obra un tanto más especial; moldeados de arcilla y barro a imagen y semejanza suya. Estos primeros humanos, que ustedes conocen como Adán y Eva, vinieron al mundo con poderes mágicos. La magia era parte de ellos como la sangre es parte de la vida. Incluso se sabe que eran solo un poco menores a los ángeles, en cuanto a poder y sabiduría. Sus poderes no estaban divididos, como sucede ahora. Ellos no controlaban uno o dos poderes personales; los tenían absolutamente todos, porque ellos estaban destinados a gobernar sobre toda la tierra. Y su descendencia tendría los mismos poderes que ellos. Ese fue el nacimiento de la magia en el mundo.
   ―Pero ahora no conservamos esos poderes ―una voz se alzó desde una de las esquinas del salón― ¿Qué fue lo que pasó entonces?
   ―Pues es muy simple, la verdad. Pero para responder eso debemos ir un tiempo atrás. Muchos más eones en el pasado:
   »Todo inició en El Reino, el lugar desde donde El Creador rige el universo. Además de crear los mundos, la tierra y sus moradores, mucho antes de eso creó a los ángeles, quienes cumplirían diversas funciones, entre las que destacaban ser los mensajeros entre los mundos y el reino, además de su guardia real. Los ángeles eran seres majestuosos, alados y hermosos. Su luz era tan intensa que los seres humanos no podían tan siquiera verlos ―en ese punto todas las cabezas se dirigieron hacia donde se encontraba Christian, quien sintió una nueva punzada de incomodidad―. Además, resultaban tan imponentes que incluso daba miedo dirigir la mirada hacia ellos.
Nuevamente muchas cabezas se giraron hacia Christian, algunas no consiguieron disimular una mueca de suspicacia, que causó que a Christian se le encendieran las mejillas, y que Giulliana sonriera para sus adentros.
   ―Sigamos ―dijo Andrew―. El reino era gobernado con justicia por El Creador, y sus hijos le adoraban y cumplían su voluntad a cabalidad y con devoción. Pero, como ya han de saber, existió uno de ellos, quizás el más respetado de todos, que no se sentía a gusto en tan magnífica presencia. Albergó en su corazón deseos egoístas, y decidió que buscaría la manera de derrocar al Creador; el único padre que habían conocido. Finalmente, logró convencer a la tercera parte de los ángeles que habitaban el reino de que su causa era justa, y de que debían abogar por él si querían llegar a gobernar dentro de este. Como no podía ser de otra forma, finalmente hubo una gran batalla en el cielo. Los hijos del Creador lucharon contra Luzbel, el caído, por el control del reino. Una vez fue derrotado, fue arrojado fuera del reino, y se le conoció por el nombre de Satanás: el enemigo.
   ―Pero, cómo fue que los otros ángeles decidieron ponerse de parte de él, y no de parte de Dios, si Él los había creado.
   ―Bueno ―Esta vez la que respondió fue Giulliana― Luzbel era el ángel con mayor rango que existía en el Reino. Únicamente El creador y el Hijo estaban por encima de él.  No es tan difícil pensar que alguien se pondría de acuerdo con uno de los más respetados ángeles al mando.
   ―Y estos rangos, ¿a qué se refieren?
   ―Pues, un ángel “normal”, como los que se conocen normalmente con dos alas, vendrían a ser los soldados y los mensajeros del reino. Estos son los que se encargan de los mundos, y los que los humanos más conocen. Un ángel de cuatro alas es un querubín, estos son los protectores y defensores reales, digamos, la guardia real del Creador. Se les conoce como “espíritus de las estrellas”, y así como no se pueden contar las estrellas del cielo, tampoco se podrá contar el número de querubines que existen.
   »Finalmente tenemos a los serafines, los protectores del trono, y los únicos que podían estar junto a este. Tienen tres pares de alas, y esta es la razón de que sean los únicos que pueden estar junto al trono, ya que con un par de alas se deben cubrir el rostro, con otro par los pies, y con otro volar, es la única forma de estar tan cerca del creador, y si un querubín o un ángel intentase llegar al trono, no podría cubrirse ambos y volar al mismo tiempo. Los serafines también son los más sabios y poderosos en el reino, y rara vez han sido vistos por un humano.
   ―Pero ―continuó Christian―, existe un rango que va más allá del serafín, que era el ocupado por Luzbel antes de la guerra: el de querubín protector. Su deber era el de estar frente al trono, cubriendo la gloria que emana de él. No se ha visto más a este ángel desde entonces, pero se sabe que tenía cuatro pares de alas; dos de oro, dos de plata, dos de diamante, y dos de plumas con las que volaba. Comandaba las huestes en su totalidad y estaba debajo del arcángel, que, aunque las religiones han nombrado a varios, solo hay uno: El Hijo. Quien tenía cinco pares de alas y se sentaba a la diestra del trono de su padre. Al hacerse humano para venir a la tierra renunció voluntariamente a sus alas, y prometió no volverlas a portar hasta la segunda venida.
   ―Bueno, esto termina el tema de los rangos. Andrew, prosigue con la parte de la guerra.
Para ese punto en particular, ni un sonido se escuchaba en aquel salón. Si alguno de los estudiantes hubiese dejado caer un alfiler, la gran mayoría habrían volteado,  para hacerle callar al instante.
   ―la batalla que se formó en el cielo fue una como jamás se ha visto. Como ya sabrán, Luzbel fue derrotado, y forzado a vagar por el universo sin un lugar al cual regresar. Probó en todos los mundos que pudo, esperando que le diesen entrada, pero nadie estaba dispuesto a albergar al caído. Finalmente, luego de siglos, se topó con que El Creador llevaba a cabo la creación un nuevo mundo, un mundo joven, donde no le conocían. Quien haya leído la biblia comprenderá cuál era este mundo, y que fue lo que ocurrió con ellos.
   ―Nosotros… ―se oyó una voz queda en alguna parte del aula de clases, y muchos voltearon para ver de dónde había salido. Christian asintió.
   ―Ese fue el origen de la maldad en el universo, y de cómo la magia se vio corrompida con su llegada.
   ―Tras la caída del hombre los demonios campaban a sus anchas sobre la tierra. Esto no podía permitirse en un planeta joven como este. Mucho menos si el plan original, aunque trastocado, fuese que los humanos viviesen una vida utópica. Se decidió que, si se quería que los humanos prosperasen, tendrían que sacar a los demonios de su planeta.
    ―¿Los humanos no podían defenderse solos de los demonios?
  ―Podrían haberlo hecho antes, pero una vez que existió el pecado, los poderes mágicos se dividieron, y cada uno nacía solo con uno o dos poderes personales. Por lo tanto, un demonio sería siempre más fuerte que un humano. Fue por ello que hubo bajas en ambos lados. Ángeles y demonios estaban muy igualados entre sí, y los humanos, que esperaban ayudar en la lucha, no conseguían ponerse de acuerdo en a que bando debían ayudar. A veces causaban problemas a los ángeles, que trataban de defenderlos, al atacarlos, sin saber diferenciarles.
   ―Un hombre sabio fue quien puso fin a este conflicto. Pidió a los humanos que atacasen a todo ser alado que viesen, y estorbaran lo más posible en su lucha, que ya se había llevado buena parte del planeta.
   »Llegado a un punto, pudieron ver que los ángeles, siguiendo la orden del Creador de no hacer daño a los humanos, huían de ellos en un esfuerzo por evitar dañarles, mientras que los demonios, que solo les importaba hacerse con la victoria, les atacaban sin piedad si llegaban a provocarlos. Y ahí se supo a quién ayudarían en la batalla.
   ―Una alianza fue forjada entre ángeles y humanos, quienes lucharían juntos para salvar a su mundo de los demonios. Juntos, se acercaban cada vez más a la victoria, pero     la alegría no les duró tanto como esperaban. Algunos humanos se pusieron de parte de los demonios, igualando de nuevo la balanza y causando aún más muertes.
   »Aquellos que se habían aliado con los ángeles clamaron por ayuda, y El Creador, en su misericordia, les envió a Gabriel, su nuevo querubín protector, a que les mostrase lo que debían hacer si querían ganar.
   ―Se escogió un grupo de personas que se fusionarían con los ángeles para adquirir sus poderes y, juntos, terminar con la pelea de una vez por todas. Al fusionarse ángeles con humanos estos últimos adquirieron poder sin límites y acabaron con los demonios, pero dentro de ellos quedaron resquicios de poder angelical, y cada vez que se reproducían un niño con poderes de ángel nacía. Fue así que se crearon los “espíritus de ángeles”, que somos nosotros. Que solo al superar ciertas pruebas podríamos, como Christian, ganar nuestras alas.
   ―También se designó un grupo de tres personas, que serían los creadores de una llave especial, que enviaría a los demonios a una dimensión dentro de este mundo, donde estarían apresados por la eternidad. Ya que la prisión sería dentro de este mundo, era necesario que su propia gente creara la llave. Y los destinados a crearlas serían: Enoc, el hombre sabio que ideó el plan para distinguir entre los enemigos, Urano, el guerrero más fuerte de los humanos, y Gea, la más poderosa y valiente mujer que peleó en la guerra. Con estos nombres se podrán imaginar quienes eran los otros que conformaban el grupo que se fusionó con los ángeles. Les daré una pista de todos modos: uno de ellos lo conocen por el nombre de Zeus, aunque ninguno de los olímpicos se llamaba originalmente por el nombre que le pusieran los griegos.
   ―¿Y cómo fue que los demonios consiguieron regresar a la tierra?
   ―Una interesante pregunta…
Andrew no pudo dar respuesta a esa interrogante. La campana sonó, y los alumnos se vieron obligados a abandonar la clase con la incertidumbre aun rondando en ellos.



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